lunes, 26 de mayo de 2008

Espacio e Incidencia Profeminista

Lic. Jorge Yáñez L.


A Theo Van Gogh, cineasta holandés asesinado en 2004
por un fundamentalista marroquí, a causa de haber
realizado un documental con enfoque crítico sobre
la condición subordinada de la mujer en el Islam .



El Profeminismo es un bloque conformado por hombres que se encuentra inserto con diferentes visiones en la organicidad intangible de la teorías y praxis feministas; su enfoque principal se ha orientado a proponer modelos de existencia equilibrada entre mujeres y hombres con posibilidades de realización digna e integral y en un marco de ejercicio real de las libertades fundamentales. Asumirse profeminista finalmente sobreentiende adoptar una identidad política, un contenido ideológico y un modo de interacción social.

En su evolución, esta vertiente del Movimiento de Hombres, ha conseguido darle un rostro masculino a los estudios de género, no sólo desmitificando la asociación reduccionista de mujer con género, sino también en la generación de planteamientos teóricos propios.

¿A partir de qué parámetros realizar la medición de incidencia?
Diríamos que de los lineamientos que guían al pensamiento profeminista en dos niveles, uno que abarca la reflexión en torno a la exploración de alternativas de relaciones democráticas en todos los niveles de la vida humana, pero así mismo, hacia un humanismo que fomente positivamente el valor de la diferencia sexual más allá de una visión de complementariedad; y el otro de tipo operativo, que estructure compromisos en función de los objetivos de las agendas feministas, a la par de un involucramiento con planes estratégicos por el avance de la equidad entre los géneros.

La denominación de hombres con conciencia de equidad de género, compañeros de ruta o aliados, en resumidas cuentas es una referencia indirecta sobre como se nos visualiza en los diferentes espacios y por otros y otras actores sociales.

El reconocimiento entre profeministas es otro, es el nuestro, se rige por un código de identificación entre pares, que no es lo mismo, entre 100% iguales, las historias y los proyectos de vida signan individualidades que comprenden convergencias desde el ser hombres.

El profeminismo es explicable bajo contextos específicos, desde luego, pero en suma nace de un proceso electivo personal. Un profeminista en la esfera privada buscará ensayar mecanismos y formas sucedáneas a los esquemas convencionales basados en relaciones de Poder y en relaciones de dominación; en lo público por lo general, un profeminista es un activista que se rige por otra clase de tiempos e interviene planeando otros canales de efectividad en los procesos políticos en los que toma parte.

Lo que finalmente fusiona a ambos ámbitos es la conciencia y la práctica cotidiana de no llevar una doble vida, aquello que públicamente se defiende, debe presentar congruencia con la vida personal, de pareja o de una familia; es incorrecto hablar de intersecciones, se habla entonces de trascender los soportes de la educación primera. Un hombre profeminista vive en una constante fase de transformación y de cuestionamiento sobre los patrones de conducta heredados, se trata de un autoanálisis permanente y a la vez de una continua reformulación de la masculinidad en interacción con las otras y los otros; lo subjetivo lo atraviesa todo y lo determina en buena medida.

En el terreno operativo siempre resultarán imprecisos los límites del radio de acción profeminista en el activismo feminista, la empatía o la discriminación variarán tanto como subjetividades y feminismos existan.

La inquietud producida por el sentido de pertenencia frente a un movimiento constituído por instancias de reflexión y propuesta mucho más avanzadas, que no pocas veces protagoniza excluyendo en los procesos democratizadores (el movimiento feminista), ha conducido el rumbo de la delimitación en los varones profeministas a no sólo cuestionarse entorno al Sin Lugar Transitorio como etapa previa, sino a ir conformando espacios generadores de teoría, lenguaje propio y ejercicios sistematizadores de nuestra historia.


El profeminismo es diverso, en el trayecto entre lo liberal y lo radical subyace un rango de particularidades donde caben desde los hombres más congruentes con la equidad de géneros, hasta los varones mujeristas, quienes verdaderamente creen contar con la autoridad para juzgar o asociar aspectos de la violencia sólo hacia sus congéneres promedio, absteniéndose de involucrarse más en la etapa preventiva desde el sistema educativo .

Por todo lo anterior la invalidación de axiomas sobre la ubicación de los profeminismos subsumidos en uno sólo, parece ser lo único certero.

En términos organizacionales un grupo profeminista liberal implica una estructura formal o semiformal, que disponga de una agenda temática y que opera procesos de planeación en diferentes planos que posibilitan el trabajo interinstitucional. A diferencia, un colectivo de profeministas radicales apuesta hacia mecanismos de protesta de muy distinta naturaleza que se orientan a deconstruir la ideología del patriarcado; tiende a establecer vasos comunicantes con el altermundismo, la izquierda radical, los movimientos autónomos y las diferentes corrientes revolucionarias.

El profeminismo liberal admite la construcción de alianzas con otros movimientos, con agendas afines como los grupos defensores de los derechos humanos o las organizaciones que promueven la participación ciudadana en los asuntos públicos.

No solamente los nexos con las feministas, las y los activistas LGBT o las organizaciones ambientalistas son viables, la vía profeminista ha conseguido ampliar la carta de navegación de los feminismos que abrazan la equidad de géneros más allá del discurso.

El Profeminismo como otros seriados de enfoque analítico, es promotor directo de planes y procesos paritarios por el género, manteniendo como un eje fundamental la importancia de privilegiar los espacios mixtos que el movimiento feminista no ha conseguido establecer. La permanencia de condiciones para la discusión, la evaluación y la redefinición epistemológica debe ponderarse como una acción ininterrumpida, no sólo con polaridades parcialmente abiertas, con hombres en frentes feministas o con mujeres aportando elementos sobre las masculinidades; la sociedad la integramos unas y otros, y conjuntamente es como se crean los nuevos acuerdos y se proyecta el bienestar compartido, sin cotos.

Ejemplos fehacientes de la incidencia del profeminismo liberal (también calificado de reformista, pactista o institucional) son la participación en el Parlamento de Mujeres de México de 1998 a 2006, en los Tribunales Ciudadanos de Derechos Reproductivos de 1997 y el de Transparencia y Rendición de Cuentas de 2006, en el Diagnóstico sobre la Situación de los Derechos Humanos de la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los derechos humanos en México de 2003, o la Evaluación Déficit de la Perspectiva de Género realizada por la Comisión de Equidad y Género de la Cámara de Diputados de la LIX Legislatura en el año 2005.

El antecedente en la historia institucional de la equidad entre los géneros brota en un proceso, el de la Conferencias Mundiales sobre la Mujer organizadas por ONU (1975, 1980, 1985, y 1995) así como sus revisiones quinquenales en su 2ª etapa (Beijing + 5 en el 2000 y Beijing + 10 en el 2005). La lectura que tendría que darse en cada etapa es enteramente variable pero a la vez sustancial, porque nunca será lo mismo la presencia de delegados varones a nombre de equis Estado, que la posterior conformación del caucus de hombres especialistas en género, cuyos aportes han sido de otro nivel desde la 4ª Conferencia Mundial.
Los temas de análisis para los profeministas se han ampliado, principalmente en consideración a la latitud en donde hayan surgido, por lo tanto, en México se identifican ahora, la vinculación con los Derechos Civiles y Políticos, más los DESC (Derechos Económicos, Sociales y Culturales), con base en los instrumentos internacionales suscritos por el país, pero simultáneamente en respaldar la construcción del discurso feminista trans. Todo ello sin desprenderse de su diseño estratégico de reordenamiento y resignificación de percepciones a favor de la equidad de género.

Visibilizar problemas sistémicos como la violencia de género no ha sido fácil, la cerrazón para no confrontarla ha conducido a la designación de comités ex professo que investiguen y reunan porcentajes por entidad federativa y así adquirir la credibilidad que permita la instrumentación de acciones gubernamentales e incluso de replanteación presupuestaria para dar una respuesta muy a título de paliativo.

Igual que con la discriminación de género, cuyo carácter estructural parece no querer reconocérsele más que en el discurso político y sin el compromiso integral, de todas las instituciones y de los demás actores sociales a pesar de las cifras de vergüenza arrojadas por múltiples diagnósticos internacionales, nacionales y por supuesto por los informes sombra (shadow reports) elaborados por las organizaciones civiles especializadas.

Discriminar y violentar constituyen dos armas culturales de complicada desactivación, mientras no se asuma el repensar alternativas bajo un paradigma de igualdad holística, bajo la lógica de otra propuesta civilizatoria, que enseñe a ver al Poder no como potencia monopolizable por unos, sino como auténtico recurso de transformación frente a las inequidades económicas, políticas y sociales de las personas, en los diferentes espacios de desarrollo.

Por eso la relevancia del Estado Transversal y de la medición de impactos con temporalidades específicas, por eso la implementación de medidas de contención y equilibrio básicas desde los tres poderes de la unión y desde los tres niveles de gobierno, para evaluar los datos duros en la contratación laboral, en la representación política, en la presupuestación programática, en la impartición de justicia y en la democratización de planos de decisión en la iniciativa privada nacional e internacional, tal y como lo han sustentado las recomendaciones conclusivas de la reciente Global Summit llevada a cabo en la Ciudad de México.

Pero en esa planeación de mujeres y del esquema feminista, ¿desde dónde colocan su visión los varones? ¿desde la ajenidad, la adición, la complementación, la ampliación o la imposición? ¿hablamos de elevar la calidad de vida con ventajas comparativas o de desarrollo humano sin sesgos de género? ¿sólo lo operativo en corto y mediano plazos o en simultáneo con las deconstrucciones culturales de larga data?

Disyuntivas, prioridades y apuestas ambiciosas sintetizan los planes del Profeminismo, de sus agendas y de sus métodos; con experiencias exitosas socializables que estamos aprendiendo a rescatar y a resguardar para ser leídos útilmente, para que la historia por la equidad entre los géneros no sea interpretada en clave masculina o en clave femenina, según el género del referencista, sino en aras de una pactación trascendida y consciente de personas comprometidas con heredar ideas sustentables hacia la igualdad.

Tenemos clara la necesidad de revalorar el papel de los varones coadyuvantes para la obtención del voto de las mujeres hace 53 años; de aprehender a enlazar en binomio paternidad con el mecanismo jurídico económico de la conciliación familiar y laboral; y de redescribir ahora y bajo el principio de la mixitud el planteamiento de la equidad de géneros.

El desafío más apremiante tiene que ver con los grandes aspectos para medirnos en la equidad de géneros; inscribir nuestros enfoques en terrenos aislados, se ha justificado para determinada fase, también las feministas lo han hecho, consiguiendo sólo productos unigenéricos, como agendas de políticas públicas e iniciativas de ley por los derechos humanos de las mujeres, e inclusive de 6 años a la fecha han logrado permear con sistemas de indicadores sobre mujeres, en las reformas estructurales de Estado (delineadas por organismos de mujeres del plano regional e internacional) pero en donde el tema de los productos de coparticipación intergenérica institucional siguen siendo escasos.

Sabemos que no hay ruptura de vínculos y que contamos con causas comunes y tópicos vértice, aunque los cruces requieren ser más sustanciales y éticos; hacer la diferencia precisa de apertura y de propuesta.


Junio de 2006
Guadalajara, Jalisco


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