domingo, 20 de diciembre de 2009

El Aborto y los Hombres

Lic. Jorge Yáñez López

A partir de que autores como Axel Mundigo, exponiendo sus balances en torno a los acuerdos de la Conferencia de Cairo de 1994 y Juan Guillermo Figueroa, involucrando en materia de derechos reproductivos a los hombres, se sumaron ciertos elementos importantes para la reflexión sobre el rol que se desempeña frente a la decisión de las mujeres de interrumpir voluntariamente un embarazo.

Desde el desinterés de un amplio sector de varones tendientes a evadir responsabilidades y su lejanía con la pareja ante la determinación referida, no queda mucho que decir sustancialmente hablando. Pero desde los hombres como pareja corresponsable de un embarazo no planeado, es cuando caben rescatarse algunos aspectos.

En este plano la cuestión está vinculada a hombres desprovistos de patrones culturales machistas y sexistas, lo que ya implica un particular rasgo favorable, aunque la demostración de sensibilidad y apoyo incondicional hacia la pareja, muchas veces remueve inseguridades no necesariamente trascendidas.

A pesar de ello si puede mencionarse que la perspectiva promedio ha cambiado en los hombres frente a esta situación, se ha aprendido no sólo que todo producto debe ser deseado, sino más relevante aún, que la maternidad es voluntaria (y no únicamente la paternidad optativamente respaldada por construcciones sociales parciales).

Esta clase de percepciones convencidas tampoco ha sido sencillo el asimilarlas, si se toma en consideración que las mujeres bregan por posturas incluyentes y otras decididamente excluyentes hacia los hombres como parejas, al momento de elegir la posibilidad de interrumpir un embarazo.

Las que creen que la decisión de abortar es unilateral ya que son quienes finalmente llevan el embarazo en términos biológicos, no obstante que sin una inseminación natural resulta improbable la circunstancia. Y aquellas para las que compartir la decisión y sacar adelante el proceso de interrupción del embarazo juntos, les reporta un sentido más justo para resolver el hecho no proyectado.

Delimitar una distancia prudente para no transmitir presión a la pareja, frecuentemente ha operado como un factor de primer orden para demasiados varones que se han encontrado en este punto. Porque procesar en buenos términos el rechazo cuando se califica de intromisión el punto de vista proveniente del hombre corresponsable del embarazo, en realidad es complicado.

Hasta aquí el centro han sido las parejas y la decisión de detener un embarazo no deseado; los embarazos derivados de abusos sexuales ni siquiera conducen a suponer algo que vaya más allá de la decisión personal de las mujeres que hayan sido objeto de una violencia tan cobarde como la referida.
Sin embargo en estas situaciones tan de dos o de una en el segundo caso citado, repentinamente se presentan las valoraciones externas emitidas por otros hombres, por autoridades gubernamentales, por ministros de cultos religiosos, por conductores de medios de comunicación y un extenso grupo tan heterogéneo como ajeno, pero que supone tener el derecho (a saber de donde surgido) de censurar bajo argumentaciones tan arrogantes como subjetivas.


Cada toma de decisiones se convierte en una suerte de tema de jurado popular tan cargado de intereses personales que directamente insulta la dignidad y capacidades de las mujeres de manera flagrante. Ninguna ideología y ningún dogma tiene nivel ni razón de ser para imponer su aparente verdad en el cuerpo, conciencia y vida de las mujeres.

Estos intentos de control desde una franja considerable de hombres, ha dirigido a las mujeres a preguntarse si la legalidad depende de la propia condición de ser mujeres, concretamente ¿si los hombres estuvieran en condiciones de embarazarse y determinaran abortar las circunstancias valorativas serían otras?

Discriminación y violencia coaligadas por motivos de género, enmarcados por un deseo de tutelar la existencia del otro género, disminuyéndole capacidad para decidir. Un postulado tan deshumanizado parece sólo entenderse en una lógica propia de hordas de fanáticos, y no desde el estadio civilizatorio que tanto se exalta.

De cualquier manera iniciar un debate no es el objetivo, es simplemente nombrar y distinguir apartados generales de varones promedio, porque las variantes de raza, estrato socioeconómico, grado educativo o incluso de edad no modifican pertenencias hacia uno u otro grupos.

Ahora bien, resulta especialmente ilustrativo identificar las lecturas que en contextos represivos presentan los hombres que acompañan el respeto a los derechos humanos de las mujeres; las diferentes proporciones y estilos de defensa y solidaridad, ya que los matices expresan abordajes muy nutritivos para generar corrientes de opinión proclives a la igualdad y al enfoque compartido.

A grosso modo se pueden encuadrar al menos tres posturas en los hombres:

* Quienes esgrimen argumentos de respeto al Estado Laico y los Derechos Humanos de las Mujeres.

* Aquellos que respaldan el derecho único de las mujeres (su autonomía) para interrumpir un embarazo.

* Los que eximen a las mujeres que abortan anteponiendo atenuantes como la violación, el número de hijos (as), la malformación del producto o cuando se encuentre en riesgo la vida de las mujeres.

Este espectro general permite detectar en los sectores masculinos “Pro Choice”, diferentes ángulos y grados de profundidad medibles en un debate, aunque lo deseable sería el manejo de los tres enfoques en una visión más integral.

La invitación a encuestar qué tanto saben los hombres mexicanos sobre el tema del aborto abre un canal de sondeo que (más allá del morbo) indica pautas y ópticas conformadas culturalmente.
El auto análisis hecho por los propios hombres antes de asumir una posición o adoptar una opinión, pocas veces mudable, se convierte en un parámetro necesario para entender de manera libre e informada las diversas situaciones que viven bastantes mujeres en la sociedad ante su deseo de abortar.


Ya no es posible moverse en la indiferencia como una alternativa desde los varones con conciencia social, documentados y con un cierto nivel de compromisos con la igualdad; los momentos de definición siempre estarán aguardando nuestra respuesta.


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